—Ya me dijiste una vez que lo sentías, y aquí estás de nuevo. —digo sin ocultar el sarcasmo.
Su dedo deja de acariciarme y Nick agacha la cabeza. Ahora sí que está avergonzado.
Pero entonces vuelve a levantarla, nuestras miradas se cruzan y la suya desciende hasta mis labios.
Ay, no. No, por favor. No seré capaz de pararlo. Empieza a estudiar mi expresión, a buscar alguna señal de que voy a detenerlo.
¿Voy a hacerlo? Sé que debería, pero no creo que pueda. Sus labios se separan y empiezan a bajar lentamente hacia los míos.
Contengo la respiración. Cuando nuestros labios se rozan, muy ligeramente, mi cuerpo cede y mis manos ascienden y lo agarran de la chaqueta.
Él gruñe para expresar su aprobación, traslada las manos al extremo inferior de mi columna y aprieta mi cuerpo contra el suyo. Nuestros labios apenas siguen rozándose, nuestros alientos se funden. Ambos temblamos de manera incontrolada.
—¿Has sentido esto alguna vez? —exhala, y me recorre la mejilla con los labi