Me deshago de las bragas de un puntapié en cuanto él me las baja y empiezo a quitarle la camiseta por encima de la cabeza. Su boca se separa de la mía justo el par de segundos que necesito para deshacerme de la camiseta y vuelve a chocar contra la mía. Nick avanza con decisión y me lleva, andando hacia atrás, hacia la pared que hay junto a la puerta principal.
Me gira de espaldas.
—De rodillas. Pon las manos contra la pared —me ordena con urgencia.
Obedezco al instante mientras él se libra de las deportivas y de los pantalones cortos. Me pongo de rodillas y apoyo las palmas de las manos en la pintura fría, jadeante e impaciente. Me toma firmemente de las caderas y doy un respingo, pero no me suelta. Tira un poco de mis caderas, me abre de piernas y se coloca detrás de mí.
—No te corras hasta que yo lo diga, ¿entendido?
Asiento y cierro los ojos intentando prepararme para la sobrecarga de potencia que mi cuerpo está a punto de recibir con los brazos abiertos. A estas alturas