Ni siquiera me di cuenta de que era un club de sexo hasta que estuve husmeando con Lucas y me encontré en el noveno piso. Parece un hotel lujoso y con spa. Bueno, por lo que yo vi, que no fue mucho, más que nada porque estaba cegada por este hombre que ahora tengo sentado enfrente.
—Addison, no va a haber gente desnuda haciéndote proposiciones. Nadie va a arrastrarte por la escalera hacia el salón comunitario. Hay reglas.
«¿Reglas?»
—¿Qué clase de reglas?
Sonríe.
—Los únicos lugares donde está permitido quitarse la ropa son el salón comunitario y las suites privadas. La planta baja, el spa y las áreas deportivas son como las de cualquier otro hotel de lujo. No dirijo un burdel, Addison. Los socios pagan mucho dinero para disfrutar de todo lo que el Hotel ofrece, no sólo por el privilegio de practicar sus preferencias sexuales con personas que comparten sus gustos.
Sé que me estoy poniendo como un tomate y tengo ganas de darme una bofetada.
—¿Cuáles son tus preferencias se