—No hace falta que me eches un polvo de recordatorio —mascullo. Nunca se enterará. No voy a emborracharme hasta el punto de tener una resaca espantosa, tengo la última aún demasiado reciente.
—Cuidado con esa boca, Addison —suspira con cansancio—. Y yo decidiré cuándo y si es necesario un polvo de recordatorio.
¿Lo dice en serio? Me quedo un poco boquiabierta al teléfono. ¿Acaso no tiene sentido del humor?
—Recibido —confirmo con todo el sarcasmo que se merece.
—¿Te veo esta noche? —suspira.
—¿Mañana? —La verdad es que quiero verlo, a pesar de que es un hombre difícil.
—Te recojo a las ocho.
¿A las ocho? Es sábado y quiero dormir hasta tarde. ¿A las ocho? Así no voy a emborracharme, no con Jesse dando la lata a las ocho.
—Al mediodía —contraataco.
—A las ocho.
—A las once.
—A las ocho —dice.
—¡Se supone que tienes que ceder un poco! —Este hombre es imposible.
—Te veo a las ocho. —Cuelga y me deja con el teléfono en la oreja.
Miro mi móvil sin poder creérmelo. Que aparezc