—¿Has visto lo bien que sabes, Addison? —murmura mientras traza movimientos circulares con el dedo en mi boca. Luego se lo lleva a la suya y se asegura de saborearme entera con la lengua. Inclina la cabeza cuando se acerca a mi cara y me mira a los ojos antes de posar con suavidad sus labios sobre los míos y recorrerlos de un lado a otro—. Eres asombrosa. Necesito estar dentro de ti.
Cambia de postura con rapidez, tira de mí y me clava su excitación expectante. Grito ante la invasión inesperada y mi clímax en recesión resucita.
«¡Jesús!»
—Me toca a mí —jadea, y sale y entra otra vez. Grito y estiro los brazos por encima de la cabeza cuando él se aferra a mis caderas para poder moverme adelante y atrás sobre el mármol de la cocina al ritmo de sus arremetidas. Abro los ojos y veo que está sudando y tiene la mandíbula apretada.
Los restos de nata y chocolate hacen que me deslice con facilidad hacia él y una sensación hormigueante me invade la entrepierna; las deliciosas em