—Hola —jadeo, me desplomo contra uno de los sofás. ¡Estoy exhausta!
—Vale, esta vez no he sido yo quien te ha dejado cansada, así que ¿te importaría decirme quién te tiene jadeando como si no hubieses parado de follar en una semana? —Sonrío. Su voz me causa mucha alegría después del desastre de los últimos veinte minutos.
—Han traído la sala nueva que compré y Nina me ha ayudado a acomodarla —explico, pero me distrae un hombre de negocios rechoncho, medio calvo y de mediana edad que se acerca con cara de pocos amigos hacia la puerta de mi casa.
Me pongo de pie.
—¡Quita tu maldito auto de mi entrada, pedazo de imbécil! —brama mientras hace aspavientos con los brazos.
«Mierda. ¡Nina ha dejado a Tiny fuera de lugar!» Me doy la vuelta para buscar a mi amiga, pero no está.
—¿Quién coño es ése? —grita Nick desde el otro lado de la línea.
—Nadie —contesto.
El gordo pelón da una patada a mi puerta.
—¡Quítalo, zorra!
Maldita sea, es un hombre de mediana edad con alopecia y está mu