—¿Quién es usted? ¿Por qué hace esto? —Victoria llamó a ese móvil y, aunque escuchaban sus palabras, no le respondieron. ¿A quién acudiría para resolver este problema? Estaba muy nerviosa; estas imágenes acabarían con todo lo que era su vida, su reputación. ¿Qué diría su madre? ¿Quién estaba detrás de esto?Tenía que hacer algo; por ahora, iría hasta la policía para presentar la respectiva denuncia por la extorsión y por utilizar su imagen para realizar actos eróticos en quién sabe qué páginas para adultos. Andrés, quien se encontraba en una reunión de empresarios muy importante donde se definiría el futuro de su hermano como gerente general de la empresa por todo un año, o a quien él escogiera que reuniera los requisitos para desempeñar ese papel y dejar las riendas de la empresa, como se venía haciendo cada año por los hijos Castillo, recibió una llamada que solicitaba su presencia de manera urgente. Por fin le dirían la noticia que había estado esperando durante más de cinco años
—¿Sucede algo? —Sí, pero estoy tratando de solucionarlo. Una llamada a su móvil la sacó de sus pensamientos. —¿Victoria? —¡Sí!... ¿Papá, eres tú? —¡Necesito hablar contigo! —Sí, sí; dime dónde estás y puedo ir; ¡quiero verte! —¿Cómo pudiste hacerme pasar malos ratos? Regreso al país y me encuentro con el escándalo de que utilizaste la empresa para tomarte unas fotos sin ropa. —Papá, yo... eso no es cierto; me hice las fotos, pero no esas; fueron alteradas. Acabo de salir de la estación de policía; por favor debes creerme. —¡No quiero seguir hablando contigo! ¡Estoy demasiado furioso para seguir escuchándote! —Papá, por favor; debes creerme. Victoria no se había dado cuenta de que Andrés había estacionado el auto y estaba muy pendiente de lo que ella hablaba. Pronto la llamada fue colgada por su padre, dejándola con mucha tristeza y lágrimas que caían sin cesar. —¿Qué está sucediendo? —No es asunto suyo; ¡por favor déjeme aquí! Ella lanzó el móvil al as
Andrés observó las fotos de Victoria; en realidad, era ella, hermosa y muy sensual. No había manera de saber si las fotos habían sido adulteradas, porque era su cara, su cuerpo. Entonces, ¿acaso ella sí se había tomado esas fotos y ahora estaba arrepentida de habérselas tomado? Lo terrible era que ahora la estaban extorsionando y, más adelante, quién sabe qué más le pedirían a cambio.Daniel, preocupado por la ausencia de Victoria, la llama insistentemente. No es normal que ella no le haga al menos una llamada o un mensaje. Por ello, le pide a su hermano Andrés que la busque para saber si está bien o si necesita algo.Antonio decidió calmarse y hablar por fin con su hija Victoria. Aún estaba muy molesto con ella, y justo ahora que deseaba retomar su carrera política y lanzarse para alcalde de la ciudad, estaba el escándalo de su hija. Además, nadie sabía que esa joven era hija suya, aunque llevara el apellido Caballero. Victoria, aunque estaba muy dolida por las palabras de su padre,
—Daniel no es una buena persona —dijo el hombre con voz tensa, mirando a su hija con severidad—. Le hizo mucho daño a su esposa; andaba aquí y allá, sin respeto ni medida. Te aconsejo dejarlo.—Pero… yo no sé qué decir —musitó Victoria, bajando la mirada—. Él se ha portado muy bien conmigo.—Y espero que lo siga haciendo —sentenció él con firmeza, apretando los puños sobre la mesa—. De lo contrario, yo lo mato.—¡Papá, por favor! ¡No hables así! —protestó ella, visiblemente angustiada.—Si te hace daño, no me voy a quedar de brazos cruzados —insistió él con la voz cargada de protección paternal—. Dime, ¿cómo está Mary? ¿Puedes darme su número de teléfono? Necesito hablar con ella.—Mamá está muy enojada contigo —respondió Victoria tras un largo silencio—. Dice que nos abandonaste.El hombre respiró hondo, como si se preparara para una verdad difícil.—Yo no las abandoné, hija… ¡debes creerme! —dijo, con un tono quebrado por el remordimiento—. No quería hablar de este tema hoy, pero me
—¡Eso que me dices es terrible! —exclamó Victoria, llevándose las manos a la cabeza.—Sí… casi perdemos la empresa —respondió Antonio, dejando caer el cuerpo en el respaldo de la silla—. Hace poco conseguimos unos contratos bastante generosos con inversionistas chinos. Estela se la jugó por completo con ciertos proyectos… ella y una empleada organizaron una especie de espectáculo, unos bailes y no sé qué otras cosas, con tal de volver a capitalizar la empresa. ¿Me acompañas más tarde a la oficina para ver cómo está todo? Me pondré al frente de nuevo y retomaré mis negocios.—Esa idea del espectáculo exótico para los chinos fue mía —dijo Victoria de pronto, con la voz firme.Antonio parpadeó, confundido.—¿Qué estás diciendo?—Tal como lo oyes. Trabajo para la agencia de publicidad RGBRANDING, y a cada área se le pidió una propuesta innovadora para impactar a esos empresarios. Presenté la idea, pero Karoll, mi jefa directa, no la recibió bien. Así que hablé con Estela y ella aceptó de
—No lo haces —murmuró ella.Después de pagar la cuenta y dejar una generosa propina, Antonio tomó a Victoria de la mano. Salieron juntos del restaurante, y al llegar a la acera, él la observó con ternura, la besó suavemente en la mejilla y la envolvió en un abrazo largo y sentido. Había insistido en escoger el coche para su hija, ya que ella se mostraba renuente a aceptarlo, alegando que no lo necesitaba. Ahora quedaba pendiente otro paso: dejar la vivienda donde Victoria vivía con su tía y mudarse a la casa que su padre le había dejado años atrás, sin que ella lo supiera.Una vez en su habitación, Victoria revisó su móvil. Tenía numerosos mensajes: algunos eran de trabajo en la agencia, otros llegaban desde Dubái, y varios eran de Daniel. Él la invitaba esa noche a una cena familiar y le pidió expresamente que no faltara.Mientras se arreglaba frente al espejo, tratando de verse bonita, su mente no dejaba de pensar en cómo decirle a su madre que su padre había regresado, y que quería
La cena transcurría envuelta en un silencio tenso. Cada uno parecía encerrado en sus propios pensamientos, en sus conflictos personales, en sus secretos inconfesables.Daniel estaba decidido: esa noche le diría a Victoria que ya era hora de vivir juntos. Había preparado todo. El apartamento estaba completamente amueblado, listo para comenzar una nueva vida a su lado. Además, tenía planeado un viaje de seis meses a Europa, una larga luna de miel donde, según él, podrían disfrutar del amor… en todos los sentidos. Quería tener hijos pronto. El deseo de formar una familia con Victoria lo consumía.Andrés, por su parte, estaba al borde del colapso emocional. Brenda, su pareja, lo vigilaba como si fuera un criminal. Celosa, posesiva, desconfiada, no le daba tregua. Siempre lo interrogaba: “¿Dónde estás?”, “¿Con quién hablas?”, “¿Por qué no contestas?”. Su vida se había vuelto una jaula de cristal.Victoria, en cambio, aunque sonreía con cortesía, tenía la mente en otro lugar: en su padre, e
Daniel no quedó conforme con las palabras de Victoria. Por el contrario, estaba a punto de estallar. Habían pasado ya varios meses desde su matrimonio y, sin embargo, ella seguía esquivando cualquier cercanía. Siempre encontraba excusas, razones, pretextos. Aunque en su momento le dijo que solo se casaba por gratitud, para darle fuerza y estabilidad emocional, él nunca aceptó esa versión. La amaba, o eso creía, y no podía soportar la frialdad con la que ella lo trataba.Esa noche decidió hacerle caso a sus impulsos. Se dirigió a la habitación de Victoria y tocó varias veces, al principio con suavidad, luego con ansiedad. No obtuvo respuesta. Frustrado, apoyó la frente contra la puerta y suspiró con rabia contenida. Finalmente, se rindió y regresó a su habitación, tragándose la decepción.Antes del amanecer, Victoria ya se había marchado de la casa de los Castillo. Su vida era demasiado ajetreada como para perder el tiempo en ambientes donde no era bienvenida. Andrés la buscó temprano