Autos elegantes se dirigieron al cementerio de la ciudad. Allí descansaría en paz Daniel Castillo, padre. Ya en el cementerio, el sacerdote comenzó con la misa y a hablar de la vida eterna en el más allá. Luego de hablar sobre la perversión de la humanidad, saltó a hablar del difunto, de lo importante que había sido para su familia y su empresa, en fin, lo de siempre. La familia estaba muy triste, pero eran conscientes de la enfermedad de Daniel y su muerte la vieron más como un descanso para todos, sobre todo para la familia.
Victoria se había alejado un poco para evitar estar al lado de gente que no conocía. Todos ellos eran familia y amigos muy cercanos. Ella estaba casada con Daniel, pero eso nadie lo sabía, solo ellos dos. Y por ahora, seguiría oculto, aunque ni ella misma sabía por qué lo ocultaba, si Daniel quería gritarlo a los cuatro vientos.
—¡Te ves muy feliz con Daniel!
Al voltear a mirar, era Brenda. "Qué pereza", pensó Victoria.
__ Sí, somos felices.
__ ¡Hasta que