Podría decirse que no era la misma persona de antes. Solía reír con facilidad, me gustaba pasar tiempo con mi familia y era más abierto en varios aspectos. Cuando tuve la relación con Emili, podría decirse que el mundo era rosa para mí. La vida dolía menos cuando ella estaba. Al separarnos, empecé a desaparecer, y de los primeros que me alejé, fue del Sacerdocio.
Sinceramente, quería morir. No soy bueno lidiando con las perdidas. No recuerdo como fue que llegó Alda a nuestras vidas. Era obvio que necesitaba una nana, pero nunca supe como fue que decidió seguir en Rusia. Ella me contaba que se vino de Italia por seguir a su amor. No sé qué pasó con el hombre, pero Alda nunca se fue. También solía hablar de su sobrina. En mi vida la he visto y me cabrea saber como logra preocupar a mi nana. Alda siempre está ansiosa por saber de ella. La vive buscando, pero la muy ingrata la llama cuando le da la gana y siempre es en horas diferentes. Alda está desesperada por encontrarla y la mujer vive desaparecida. No entiendo cómo es que se pudo desmayar. Yo no le genero ningún tipo de estrés. Cuando viajo por algo relacionado con el hospital, la envío de vacaciones a cualquier parte y si es relacionado con el Sacerdocio, mis padres se hacen cargo de ella. Tengo personas que limpian mi casa y si ella me dejara, también tuviéramos chef, pero me dice que ya hago suficiente con los viajes que le obligo a tener. Cuando llegamos al lugar en donde se encontraba mi nana, el ambiente se puso pesado. Siempre me ha gustado crear este tipo de miedo. Te hace saber que eres quien manda. El hospital pertenece a mi familia y es el más prestigioso de Moscú, gracias a mis increíbles trabajos como neurocirujano. Ryan es bueno también, pero no tan magnífico como yo. Somos directores porque mis padres tienen miedo de que tenga poder aquí y lo deje todo botado como hice con la Bratva. ¡Cobardes! —¿Quién puede informarnos la situación de la señora de esta cama? —pregunta Ryan, pero el silencio es el único que, irónicamente habla—. Después preguntan por qué perdemos la cordura con ustedes. ¡Ninguno colabora con nosotros aun cuando estamos siendo amables! —Director, lo que sucede es que no podemos contactar a la sobrina de la señora y no hay quien pague por la cuenta del hospital. Conseguimos la documentación, pero no trae dinero y sin una autorización de un familiar, no podemos avanzar —responde un doctor—. No puedo autorizar el avance, doctor. Solo se ha detenido el sangrado y... —Deberías sacarlo de tu sueldo entonces. Creo que más de una vez la viste hablar cómodamente conmigo, ¿acaso me equivoco con algo? —le pregunto, mientras me acerco a la cama. Miro la frente de Alda y sí, realmente tiene una hermosa abertura ahí. Deben cocerla y tendrá unos días de reposo. El pulso no está mal y sus ojos no tienen nada extraño. Deberían estarle haciendo exámenes y no tenerla simplemente aquí. —Esto es increíble. Créeme que nada me sorprende, pero tú lograste causar semejante sentimiento en mí —le hablo con calma al hombre—. ¿En dónde quedó la parte en el que el médico atendía a cualquier persona para salvar su vida? Se supone que si puedes ayudar, ayudas, ¿no? —pregunto, intentando mantener la calma. —No tenía la identificación, se buscó y se encontró, pero sin un familiar que autorice tratar a la paciente y pague el tratamiento que reciba, no nos moveremos —el hombre se cruza de brazos, suelto una risita—. Ustedes pueden ser los directores del hospital y también pueden tener miles de reconocimientos por ser los mejores neurocirujanos, pero este piso está a mi mando y si digo que no, es no. —Hay malas personas trabajando en el hospital —dice, Ryan, asiento volviendo a ver al tipo—. Tú, la que parece que se va a quedar sin uñas —señala a una enfermera, la mujer lo mira con miedo y se levanta de inmediato—. Ve a traer el equipo de sutura y pide que le hagan unos Rayos X. El doctor al ver que nosotros estábamos tomando control de la situación, decidió detener a Ryan. —¡¿Qué se supone que estás haciendo?! ¡Esto no tiene nada que ver con ustedes! Solo deben esperar a que aparezca la sobrina y pague la cuenta. No necesitan intervenir. Yo trabajaré cuando el tratamiento que necesita haya sido cancelado —vuelve a insistir el doctor, al que decidí que despediría. Ryan se suelta de su agarre y se va con Alda. Ah... qué día tan m****a. —Mira, de verdad que no sirves —el hombre me observa—. El día que nos graduamos como médicos hicimos un juramento. Mínimo deberías recordar las primeras funciones que tenemos —me ve con confusión, estar en la mafia me hizo ver las dos caras del ser humano—. Tenemos un deber y sin importar la situación en la que nos encontremos, si hay un herido frente a nuestros ojos, debemos ayudarlos. —Estoy siguiendo las reglas del hospital. Sin pago no... —intentó hablar, pero yo me cansé de escuchar. —Más de un doctor ha roto esas reglas por salvar una vida que llega a sus manos. A ti simplemente no te dió la gana de tratar a la paciente. Sí, soy neurocirujano y no tenía que intervenir aquí, pero ella es mi familiar y debiste atenderla. Es que aunque no lo fuera... —el hombre abrió los ojos con sorpresa al escuchar de que Alda era mi familia. Suspiro y muevo mi cuello de un lado al otro. Despedir gente es agotador. —Gracias por prestar tus servicios... bueno, fueron mediocres, pero servicios al fin. En algún lugar está el departamento de recursos humanos. Visítalos. Hasta hoy trabajas en mi hospital. —Pero yo puedo... —me acerco y le pongo una mano a su hombro. —No, no puedes. Dices algo de lo que pasó a cualquiera de allá fuera y créeme, hasta ese día respiras. ¿Entiendes? —lo miró fríamente. —Sí, doctor. Le hago señas para que se marche y regreso mi atención a Alda. Cuando entraron a trabajar en el hospital las personas firmaron un acuerdo de confidencialidad. Nadie podía hablar de lo que aquí sucedía ni mucho menos, quienes eran las autoridades. Se corría el rumor de que era manejado por mafiosos y que uno de los hombres del Sacerdocio, laboraba aquí. Qué suerte que solo era parte del Sacerdocio. ☆☆☆ Soy consciente de mi posición como director del hospital. Tenemos reglas que manejar y no podemos ingresar a cualquiera, pero el médico que despedí, debió ser más empático cuando tenía a la paciente frente a sus ojos. Aquí solo trabajan personas capacitadas y solo me importa salvar la vida de gente inocente. Por eso necesito gente eficiente que piense igual. Lamentablemente, ese sujeto, ya no lo es. Mi atención fue robada por una pelirroja que empezó a gritar al hombre que había despedido. Le pedí que antes de irse debía encontrar a la sobrina de Alda, y me imagino que por eso todavía seguía aquí. La castaña que acompañaba a la chica, también comenzó a gritar al pobre hombre, lo más divertido es que lo estaban haciendo en italiano. La pelirroja giró la cabeza en dirección hacia donde estábamos nosotros y toda la molestia se borró de su feo rostro. —Per l'amor di Dio, zia, cosa ti è successo? —preguntó con voz temblorosa, cuando llega a nosotros. »Por el amor de Dios, tía, ¿qué te ha pasado?« La otra mujer llegó con cautela y ambas parecían muy tristes. Mi nana se desmayó por falta de sueño. Al parecer algo se lo estaba robando, pero no lo quiso decir. No tiene daños en su bonita cabeza ni nada por lo que deba preocuparme. ¿Estás mujeres conocen a Alda? Nunca las he visto en mi vida. A menos que... —No puedo creer que sea cierto... Aquel tipo desagradable me insultó cuando me llamó y por eso no le creí, tía... —dice la pelirroja, aguantando las ganas de llorar. Odio que las mujeres lloren, piensan que todo lo pueden solucionar así. Qué divertido, al fin apareció la más buscada. —¿Hasta qué por fin te dignaste a aparecer? —la enfrento, la mujer dirige su atención hacia mí, dándome una mirada llena de confusión—. Primera vez en mi vida que te veo. Nunca tuviste la decencia de aparecerte frente a Alda. ¿Vienes a comprobar que está viva y que todavía no puedes obtener su dinero? No necesita a una mujer que no está pendiente de ella —parpadea, tragando grueso—. No se murió, puedes irte. No quiero que estés aquí cuando ella vuelva a despertar. Se empieza a reír, veo como sus manos se hacen puño y las presiona con fuerza hasta que hace una mueca de dolor. Sus ojos están rojos, pero sin botar una lágrima, decide hablarme. —Parece que este hospital está lleno de muchos idiotas descerebrados —replica, molesta, su acento italiano se hace notar—. Qué suerte tienes porque la cuidas todos los días. Solo que al parecer a alguien se le olvidó que mi tía fue robada de mi lado, no fue que yo me alejé —alza una ceja, sus ojos verdes cambian a grises—. No tengo que darte explicaciones sobre las dudas que tengas. Pero puedes meterte tu estúpido dinero por el culo. Yo de aquí no me voy. Soy su verdadera familia. Sonrío de lado ante su divertida respuesta. Me llamó la atención el cambio de color de sus ojos. Se los quiero sacar para experimentar con ellos. —No sabía que te podías comunicar con rusos. Digo, como eres italiana... Me alegra saber que no pasas de ignorante. ¿Te gustó gastarte el dinero de otra persona? —respondo molesto—. Puedes quedarte mientras yo no esté. Si vas a desaparecer, hazlo mientras esté dormida. Es una señora mayor. Ten conciencia. —No eres muy inteligente, ¿verdad? Digo, porque este hospital es internacional y no estamos hablando ruso —se burla—. Que lindo como me restriegas en la cara que mi tía te crió —pasa de largo para ponerse en donde yo estaba—. Es agradable ser una m****a que roba a sus tías mientras otros quedan huérfanos. Sonrío al escucharle decirme m****a. Nos miramos fijamente por algunos minutos hasta que Ryan me dice que debemos irnos. Yo no secuestré a Alda, pero quiere meter sus excusas porque le da la gana. Se le nota la clase de mujer que es. Se le ve que vive por el dinero. Le voy a prohibir que vea a Alda para que vea que tan m****a puedo ser. Porque es italiana, pelirroja y de ojos verdes claros que cambian de color, ¿piensa que va a joderme mi miserable existencia? Malditos sean los ojos expresivos de las personas. También los odio.