—¿Cómo? ¿Rosa está muerta?
Asombrado, Miguel abrió los ojos de par en par y miró a la doctora.
Sergio también estaba sorprendido.
—¿Es una broma? ¿Cómo va a estar muerta?
La doctora suspiró, enojada.
—No bromeo con mis pacientes. Rosa murió después de donarle el riñón a Carmen. Como su familia, deberían haber venido hace mucho rato para ocuparse de sus asuntos.
Miguel y Sergio, cuando escucharon a la doctora, se llenaron de rabia.
—¡Seguro algo le hiciste! ¡¿Cómo va a morir Rosa?!
—¡Te dejaste engañar por Rosa! ¡Ella está tratando de jugar con nosotros!
—¡Tal vez ahora está escondida en algún lado y no quiere contestar nuestras llamadas!
—¡Esto es cada vez más insoportable! ¡Ni siquiera nos dice la verdad, ni a su propia familia!
La doctora los miró, entre molesta y resignada.
—Si no me creen, entonces vengan conmigo.
Dicho esto, se dio la vuelta y se dirigió a paso largo hacia la morgue.
Miguel y Sergio se miraron, preocupados.
“¿Será posible que Rosa haya muerto de verdad?”, pensaron