Miguel y Sergio pasaron felices toda la mañana al lado de la cama de Carmen, cuidándola.
Tiempo después, escucharon a unas enfermeras hablar de una muchacha que había muerto en la mesa de operaciones después de donar un órgano.
—¿Oíste? Hoy murió una muchacha que donó un órgano.
—Sí, lo sé. Tenía solo un riñón y aun así decidió donar el que le quedaba. No sé en qué pensaba...
—Aunque si no lo donaba, igual no iba a vivir mucho tiempo. Dicen que tenía un tumor cerebral.
¿Donó un riñón?
Entonces, Miguel sintió un malestar en el corazón. Pero cuando lo pensó bien, recordó que yo siempre fui fuerte. ¿Cómo iba a morirme?
¡Seguro era otra persona que tuvo mala suerte!
Miguel intentó calmarse mientras esperaba con Sergio a que Carmen despertara.
Por fin, ella abrió los ojos poco a poco.
—Miguel, Sergio, ¿estoy... viva?
Su voz sonaba angustiada, pero sus ojos brillaban con la alegría de quien superó una gran prueba.
Los dos hombres se emocionaron hasta las lágrimas y le agarraro