Después de decir que yo fui la que falsificó esos documentos, la gente del foro me acribilló a críticas.
—¡Nunca imaginé que Rosa, que parecía tan honesta, haría algo tan descarado!
—¡No solo falsificó, también trató mal a su hermana! ¡Qué malvada mujer!
—Qué mala suerte la de Carmen, con una hermana como Rosa…
—Escuché que antes de la competencia de porristas, Rosa tomó estimulantes para ganar el primer lugar. ¡Por suerte, un espectador reportó esa situación y así Carmen se quedó con el primer lugar!
—Pobrecita Carmen. Rosa la ha estado intimidando. Sabe que Rosa usó estimulantes para competir y no dice nada al respecto. ¡Qué buena hermana es!
Leía esos comentarios y sentí un escalofrío.
El día de la operación, antes de que me llevaran a la sala de cirugía, Sergio me tomó la mano y me miró con cariño.
—Rosa, no te preocupes, tengo un plan perfecto. Cuando termine la operación, no vas a cargar con la vergüenza de la falsificación y Carmen no va a sufrir ningún tipo de daño. Después de la cirugía, voy a poner este plan en marcha para que todo salga a la perfección.
Mi hermano también me dio una palmada en el hombro.
—Rosa, por fin dejaste de ser egoísta, me siento aliviado.
No dije ni una sola palabra, pero me dolió en el alma.
Sí, por fin mi familia me reconocía algo, pero ya no me quedaba mucho tiempo.
Los médicos nos llevaron a la sala de cirugía e hicieron el respectivo trasplante de riñón.
Sergio y mi hermano esperaban afuera de la sala de cirugía. Daban vueltas una y otra vez, nerviosos.
—¿Cómo estará Carmen? ¿Habrá salido todo bien con la operación?
—Seguro todo va a salir bien. Después de la operación, la vamos a cuidar para que se recupere rápido.
Siguieron hablando y, tres horas después, los médicos terminaron por fin la operación.
Los médicos le trasplantaron mi riñón a Carmen y todo salió bien.
Sergio y mi hermano estaban tan felices que casi saltaron de alegría.
—¡Perfecto! ¡Carmen por fin está a salvo!
—Sí, tenemos que cuidarla con esmero y ayudarla a que se recupere pronto.
Ellos celebraban, pero nadie se preocupó por mí.
Yo me quedé tirada en la mesa de operaciones.
Mirando las luces de la sala, sentí con tristeza cómo todo se ponía oscuro. Mientras ellos celebraban, cerré los ojos en silencio, con mi último aliento.