Tharion
Estaba enojado. No, más que enojado: me encontraba furioso, con la rabia hirviéndome en las venas, dispuesto a romper el universo entero con tal de recuperar a mi esposa y a mi hijo.
Cada respiración parecía un latigazo recordándome que los tenía lejos, que alguien se había atrevido a arrancarlos de mi hogar.
Ese maldito de Mikail… ¿cómo se había atrevido a llevárselos? Había ultrapasado todos los límites por un dizque derecho que no le pertenecía, no desde que decidió abandonar a Lyra a su suerte.
Su arrepentimiento tardío no era más que m****a; no me engañaba a mí ni a nadie. Estaba convencido de que Lyra no lo quería cerca y que esa vuelta suya escondía algo peor: jugar con nuestro pequeño Aiden como moneda de cambio.
La idea me hizo apretar los dientes hasta sentir dolor.
No podía haber errores. Si perdíamos el rastro sería más difícil, quizá imposible. Di órdenes precisas, sin ambages: rastrear cada trozo de camino, inspeccionar cada sendero, interrogar a todo cami