El pánico me había paralizado por un segundo, pero la visión de Daisy pálida y sangrando fue suficiente para activar mi lógica de crisis; aquella que había apagado durante la luna de miel. Levanté el teléfono para llamar a mi equipo de seguridad y a un helicóptero médico, pero en ese instante, las luces del camino se encendieron y sentí como Daisy se tensaba en mi costado.
Un vehículo grande, una camioneta SUV negra que solo podía pertenecer a nuestra seguridad, giró hacia la villa. Me tensé de inmediato. Era medianoche y la casa estaba supuestamente segura e incomunicada. Si no era familia, solo podía ser algún enemigo que encontró la forma de jodernos. Me interpuse ligeramente entre la puerta y Daisy, mis instintos de protección se dispararon a un nivel máximo. Tenía dos personas que proteger con mi cuerpo si era necesario. No tendría piedad con nadie.
—¿Quién es? No he llamado a nadie —murmuré, y mi mente comenzó a analizar las posibles amenazas. El tiempo se había detenido, suspen