El frío de la habitación de hospital se había instalado en mis huesos como una segunda piel. El sonido rítmico de los monitores era una tortura sónica, recordándome que mi vida pendía de hilos electrónicos. Había despertado del colapso para recibir la noticia la peor sentencia. Aura y Vera estaban a mi lado, preocupadas.
Sus rostros eran un reflejo de mi propia angustia. Me habían contado, con cautela, que Dalton había sido herido, pero que su madre lo había trasladado a un lugar seguro. Saber que estaba vivo era un alivio, pero su ausencia en ese momento crucial era un dolor punzante. Avery no estaba en el hospital conmigo, pero las gemelas sí, y todo sería mejor acompañado de alguien familiar.
—Daisy, por favor, el doctor Andrews necesita que decidas —me suplicó Aura. Su voz suave, mientras Vera me sostenía la mano con sus largos dedos fríos—. Ha pasado demasiado tiempo.
Sabia a lo que se referían. Tenía que elegir si comenzar con el tratamiento o continuar con el embarazo. Ambas co