Las semanas siguientes a la pedida de mano fueron un torbellino. Entre las náuseas matutinas de mis gemelos y la planificación de una boda secreta para evitar el circo mediático, apenas tuve tiempo para respirar. Sin embargo, la prensa no nos dio tregua. Los titulares gritaban: “¡La Víctima del Magnate Asesino se Casa con su Captor!” y “Darak Savage y la Bailarina del Antifaz: Un Amor Toxicidad Extrema”. Desconocía como se enteraron de todo, pero lo supiero y lo usaron para crear títulos amarillistas.
El ruido exterior era ensordecedor, pero dentro de nuestra burbuja de felicidad recién descubierta, todo era suave y prometedor. Dalton estaba extasiado con la idea de tener hermanos y de presenciar la boda de sus padres, llevando los anillos.
—¿Mami, seremos una familia como la de los cuentos? —me preguntó una tarde, mientras yo repasaba la lista de invitados mínima y ultra-secreta—. ¿Seremos muchos?
—Seremos una familia, mi amor —le respondí, abrazándolo y besando su frente sudorosa—.