Escuchó los pasos de Hugo en el pasillo, y unos minutos después ya estaba detrás de ella. Al ver su rostro, Hugo la sostuvo rápidamente, e inspeccionó la herida.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Hugo, preocupado.
—Se me han caído las llaves, me he agachado a recogerlas y me he golpeado —murmuró, tocándose la frente.
—Tenemos que saturarte la herida, ¿tienes botiquín en casa? —preguntó Hugo, sin querer alarmarla.
El corte era profundo, pero no lo suficiente como para ser grave.
—Sí, tengo un botiquín en el baño —contestó Iris, sintiéndose un poco mareada por el dolor.
—¿Estás bien? ¿Crees que puedas caminar? —le preguntó Hugo, preocupado.
—Por supuesto, solo me he golpeado la frente, no es nada grave —contestó Iris, quitándole importancia.
Pero cuando trató de caminar, se sintió mareada y con náuseas. Intentó mantenerse firme, pero la vista se le nublaba y sus piernas empezaron a temblar.
—Ven, te llevaré yo —dijo Hugo, tomándola en brazos.
Iris se sorprendió al ver con la facilidad que la t