Cuando el plato le fue puesto, Serethia tomó los cubiertos porque era lo que se esperaba, no porque tuviera apetito. Además, quería terminar rápido esa farsa y marcharse.
Se llevó un bocado de carne a la boca, pero la sensación le resultó tan desagradable hasta el punto de provocarle una arcada. Tratando de disimular el hastió que le había causado, se cubrió la boca con una servilleta, y se obligó a tragar.
—Percibo que te divertiste en tu pequeña aventura —comentó Kaelrya, con aire juguetón, mientras llevaba la copa a sus labios—. ¿Son divertidos los humanos?
Los cubiertos de Serethia se detuvieron, dejando de cortar la carne, y el aire de repente se puso más pesado mientras Kaelvar la miraba. También bebía de una copa, en silencio, pero sus ojos sobre ella resultaban más opresivos que cualquier palabra.
No podía percibir si estaba molesto con su presencia o por las cosas que mencionaba Kaelrya. Estaba ocultando su olor, y ni siquiera la expresión en su rostro le daba un indicio de l