La habitación olía a piel y calor, un aroma dulce y denso que normalmente bastaría para excitarlo. Pero esta vez, esa densidad parecía casi asfixiante, como si les roba aire a sus pulmones.
Los labios de la chica sabían a cigarrillo, un sabor áspero que en esos momentos ansiaba con una urgencia que rozaba lo enfermizo, como si fuera veneno y cura al mismo tiempo. La besaba con fuerza y sus dedos se hundían en su cadera, buscando en su contacto una distracción que acallara todas las voces en su cabeza… adormitara lo que le oprimía el pecho.
Pero no podía. La sensación seguía ahí, volviéndose más y más molesta a medida que sus cuerpos avanzaban.
La chica se pegó más a su cuerpo, con la respiración acelerada, y su perfume mezclándose con su sudor. Alec sintió cómo su cuerpo respondía, pero no de la forma que espera. Fue como un latido pesado en sus venas… Algo extraño, como si su instinto tirara de él en dirección opuesta.
Cada roce que se daban, lo dejaba más inquieto. Algo en su inte