Feliz cumpleaños mi amor.
David Stone:
Salimos del salón de belleza y nos dirigimos a la limusina que nos esperaba. Apenas me acerqué, noté cómo el chofer se quedaba mirando a Amira, prácticamente con la boca abierta. Me tensé de inmediato, y le lancé una mirada que dejó claro que no toleraría ningún atrevimiento. Esa era mi mujer, y aunque no soy del tipo celoso, hay ciertos límites que nadie tiene permitido cruzar.
Una vez en la limusina, tomé la mano de Amira y la sentí apretarla con fuerza, su emoción era palpable, y cada tanto se giraba hacia mí con una sonrisa que iluminaba su rostro. Todo el trayecto hasta el helipuerto lo hicimos bajo una atmósfera de expectación y asombro por parte de ella. Subimos al helicóptero y despegamos rumbo a Nueva York, y aunque no le había revelado nuestro destino, cada vez que miraba por la ventana, sus ojos brillaban con fascinación. Había algo casi infantil en cómo apretaba mi brazo o daba pequeños saltitos de emoción; no podía dejar de sonreír al verla así.
Nuestro destin