La luna llena se alzaba sobre Langyan como una corona silenciosa. Su luz bañaba la mansión Volkov en tonos plateados, marcando el inicio de la ceremonia más antigua del clan: La Prueba del Aullido. Un ritual reservado solo para quienes deseaban ser reconocidos por la luna como parte legítima del linaje.
Kaeli se preparaba en la cámara de iniciación. Vestía una túnica blanca con bordes negros, símbolo de sangre nueva. Su cabello estaba suelto, como dictaba la tradición, y sus manos temblaban levemente. No por miedo. Por anticipación.
Lyara la ayudaba a ajustar el cinturón ceremonial.
—Esta noche no solo te pruebas ante la luna —dijo—. Te pruebas ante los que quieren verte caer.
Kaeli asintió.
—Entonces que miren bien.
En el patio central, los clanes se reunían. Los ancianos ocupaban sus lugares en el círculo de piedra. Daryan estaba en el centro, con Theo a su derecha. Nerissa y Kelan observaban desde el balcón superior, como guardianes silenciosos.
Los tres inspectores encubiertos est