18. El despertar sanador
Mariel
El agua me devuelve con cautela, con precisión. No siento miedo, sino una fuerza que no había sentido antes.
No salgo caminando, sino que me alza. La corriente me sostiene bajo los pies como si el río hubiera decidido ser suelo. La luz alrededor no es de día ni de noche; es un resplandor tibio que late al ritmo de mi pecho.
Cuando doy el primer paso fuera del Sendero, todo se alinea: el bosque, el aire, el dolor. Huelo sangre.
—Kael —susurro, y el nombre me enciende la Marca.
Corro lo más rápido que puedo. Las ramas se apartan un instante y luego vuelven a su sitio, como si el bosque quisiera ocultar lo ocurrido de ojos ajenos.
Llego al claro y lo veo: está de lado, el pelaje gris manchado de rojo oscuro en el costado y el hombro; el cuello marcado por un roce de cadena. Royer jadea cerca, con el hombro abierto y la mirada alerta, tercio hombre, tercio lobo, tercio pura voluntad.
Me tiemblan las manos, pero no de miedo. Es otra cosa. Un zumbido que empieza en el esternón, pasa