33. La decisión al amanecer
Mariel
El sonido del agua corriendo por las paredes de la guarida es lo primero que escucho cuando abro los ojos. Me siento extrañamente despierta, como si mi cuerpo hubiese decidido que hoy no puedo darme el lujo de descansar más.
Sé lo que significa: llegó el momento de volver a Umbra. Lo siento en el pecho, en la espalda, en ese punto detrás del esternón donde siempre se instala la responsabilidad.
Me incorporo en la cama y, apenas lo hago, Kael ya está levantándose también. Se acerca y me observa en silencio, como si leyera mi decisión antes de que yo la diga.
—Es hoy —digo finalmente, con la voz baja, firme. —Él asiente. Sus ojos no parpadean.
—Lo sé. También lo sentí.
Respirar se me hace más fácil cuando su mano roza mi hombro. Kael no necesita decir nada más para que entienda que irá conmigo, que no piensa apartarse aunque el camino vuelva a ponerse oscuro.
Nos vestimos en silencio y salimos al pasillo principal de Nocte. El aire huele a madera húmeda y a comida reciente; algun