68. La diosa
Hield Dietrich había despertado en ese día tenso y preocupado. Su hermano Heinz se mostraba negativo ante la idea de ir a recoger a la mujer que venía de Corea del Sur. Su padre le enviaba mensajes, presionándolo para que expiara a Heinz.
En su penthuose, con su traje de sastre elegante. Estaba nervioso y ansioso. Intentó llamar a su hermano, pero recordó su actitud negativa y hostil. Veía el reloj en su muñeca como el tiempo avanzaba. Suspiró con resignación. Él mismo tendría que ir a buscarla al aeropuerto.
Hield fue al estacionamiento y se mantuvo allí, eligiendo el auto. Optó por un Ferrari oscuro deportivo y manejó a hacia el punto destino. Entró al lugar. Aguardaba en sala de espera. Veía como llegaban e iban personas de muchas nacionalidades, americanos, latinos, europeos.
A pesar de su nerviosismo, intentaba mantener la compostura, erguido en su traje de sastre perfectamente ajustado, pero la ansiedad lo traicionaba de vez en cuando con un suspiro o una mirada rápida al reloj.