Capitulo 36

La mañana había traído consigo una niebla espesa, como si la ciudad misma presintiera que algo turbio iba a desatarse entre esas paredes. En la empresa Cisneros, los pasillos olían a tensión. El murmullo de los empleados era más bajo de lo normal, como si supieran, sin saber cómo, que se avecinaba una tormenta.

En la sala de juntas principal, los ventanales mostraban un cielo encapotado. Las luces de cristal sobre la larga mesa ovalada lanzaban destellos fríos, casi quirúrgicos. Adrián estaba de pie, de espaldas a todos, observando la lluvia resbalar por el vidrio con los puños cerrados. A su lado, Marcos, lucía una expresión pétrea, severa. Frente a ellos, una docena de empleados, ejecutivos y directivos ocupaban sus asientos con rostros confusos y miradas que iban y venían.

Maritza estaba de pie junto a la puerta, su cuerpo rígido, los ojos serenos pero oscuros como una tormenta contenida. Vestía su uniforme formal, una blusa de lino blanca impecable y pantalón negro. Su cabello, re
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