Sofía se recostó en el asiento.
—¿A dónde iríamos a esta hora?
—Un amigo mío tiene una pista de carreras en la montaña. ¿Quieres ir a conocerla?
Alejandro giró el volante.
—La vista desde allá es increíble, sobre todo en la noche. Se ve como brilla la ciudad.
Sofía parpadeó, sorprendida, y enseguida sus ojos se iluminaron de emoción.
—¿Carreras? ¿De verdad?
Se enderezó en el asiento.
—En la universidad iba mucho hacía carreras con mis amigos. Ya después, con el trabajo, casi nunca.
—Perfecto. Esta noche vas a recordar viejos tiempos.
Mientras lo decía, Alejandro aceleró un poco.
El carro se dirigió hacia el Autódromo La Cima.
El viento nocturno se colaba por la ventanilla entreabierta, trayendo consigo el aire fresco de la montaña que disipaba el cansancio acumulado del día.
Al poco rato, el Maybach negro se detuvo con suavidad en el estacionamiento del autódromo.
Se abrió la puerta. Alejandro bajó primero y rodeó el carro para abrirle la puerta a Sofía con galantería.
Un hombre vestid