Sofía tomó el pan y le dio una mordida suave.
El aroma a pan recién hecho, con un toque dulce, se esparció por su boca, aliviando el agotamiento acumulado tras las horas extra.
Alejandro la observaba con atención, su mirada era pura ternura y una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.
La luz del atardecer se filtraba por la ventana, bañando su rostro de rasgos definidos en un halo dorado que resaltaba aún más su atractivo.
Un discreto aroma a loción masculina emanaba de él, mezclado con el aroma intenso del café era una combinación que resultaba muy agradable.
Sus hombros anchos, su postura erguida... todo en él transmitía una innegable madurez y atractivo.
Sofía comió el bocado y levantó la vista hacia Alejandro, con un dejo de sorpresa en la voz.
—¿Lo compraste aquí cerca?
Alejandro asintió, y un destello de ternura cruzó sus ojos profundos.
—Pensaba venir directamente, pero vi que todavía había gente trabajando. No quería incomodarte, así que mejor pasé por café y pan... por si te