—Más te vale no volver a buscarme para nada. Y no te preocupes, que a mí no me importa si vives o mueres.
Javier miró los pedazos de su celular esparcidos por el suelo. Su pecho subía y bajaba con furia, y una sensación de injusticia lo invadía. Jimena no era así. ¿Desde cuándo se había vuelto tan desagradecida?
Se tomó un momento para controlar sus emociones y luego llamó a su asistente para que le trajera un celular nuevo y limpiara el desastre que había hecho.
El asistente observó los fragmentos de plástico y cristal, sin atreverse a decir una sola palabra. Conocía el temperamento de su jefe.
Aunque todos creían que el director era un hombre amigable y tranquilo, la realidad era muy distinta. Tenía un carácter explosivo; a menudo golpeaba el escritorio o pateaba las puertas.
Destrozar celulares era algo habitual.
Ese era el cuarto celular que tenía que recoger en lo que iba del mes, y apenas era el quinto día.
***
En Monterrey, Jimena sintió un alivio cuando su celular por fin dejó