Al día siguiente tenía que presentarse en la empresa; con su madre ausente, sentía que era su deber poner todavía más atención a todo. La idea de que no hubiera nadie al frente para tomar decisiones la dejaba muy inquieta.
Alejandro se sentó junto a Sofía y, tras servirse varios camarones en el plato, comenzó a pelarlos para ella con una paciencia meticulosa.
—Come un poco más. Todo se ve delicioso.
Ella, a su vez, le sirvió un trozo de lomo.
—Tú también come, no tienes que estar atendiéndome todo el tiempo.
La escena, un tierno intercambio de cuidados y atenciones, daba una calidez hogareña.
Mientras tanto, Jimena observaba cada detalle, escondida detrás de la puerta, espiando por la estrecha rendija.
La cena la había preparado doña Elvira, una cocinera de su confianza. Los platillos eran normales, sin nada sospechoso en ellos. Su única contribución había sido crear el escenario para la inminente separación de Sofía y Alejandro.
Después de todo, esta sería su última cena juntos. Tenía