Su mamá tenía razón. Si seguía forzándose de esa manera, solo estaría dándole vueltas a lo mismo sin llegar a ninguna parte. Era una pérdida de tiempo y no tenía ningún sentido.
Mateo lo entendió, y una sonrisa sincera iluminó su cara.
—Ya entendí. Voy a pensar mejor las cosas. No voy a seguir así.
Silvia observó la sonrisa de su hijo, sin estar segura de qué tan genuina era. Pero en ese momento, prefirió creer que sus palabras eran ciertas.
Su hijo ya era un adulto y tenía que resolver las cosas por sí mismo. Si lograba superarlo poco a poco, a su propio ritmo, también era una solución válida.
—Está bien. Tomes la decisión que tomes, tu papá y yo te vamos a apoyar. Siempre estaremos aquí para ti.
—Te quiero mucho, mamá.
Conmovido, la abrazó con fuerza.
Lucía ladeó la cabeza mientras los observaba con una mirada de confusión. Al cabo de un instante, su atención regresó a la televisión. Lo que pasaba en la pantalla le parecía mucho más interesante.
***
Mientras en casa de los Solís rein