Al pensar en eso, bajó la mirada, visiblemente afectada.
Aun así, durante ese tiempo siguió tratando a Alejandro con una amabilidad especial, incluso le preparaba caldos nutritivos ella misma.
Al principio, él no le había dado importancia, pero en esos días se había percatado de que Sofía lo trataba con una amabilidad fuera de lo común.
El cambio era abismal, como el día y la noche.
Al principio, no le dio mayor importancia. Supuso que su amabilidad era una simple muestra de afecto.
Sin embargo, con el tiempo empezó a sospechar que había algo más.
Ese día, al llegar a casa, la encontró atareada en la cocina.
Se acercó a ella rápidamente, con un tono de preocupación en la voz.
—¿Qué haces cocinando?
Sofía, que llevaba un delantal, respondió sin levantar la vista.
—Te estoy preparando un caldo nutritivo para que recuperes fuerzas.
—¿Recuperar fuerzas?
Alejandro la miró, extrañado.
—¿Por qué te preocupas por eso?
—Por nada en especial. Solo quiero que te alimentes bien.
Ella respondió sin