Sofía respiró hondo y tomó una decisión. No tenía sentido seguir pensando en algo fuera de su control.
Indagar más solo le traería preocupaciones innecesarias; era mejor concentrarse en lo que tenía enfrente.
Con esa decisión, sintió que un peso se le quitaba de encima.
Cuando una persona logra aclarar su mente, su forma de ver el mundo cambia. Eso era justo lo que le estaba pasando. Sentía que todo a su alrededor, e incluso ella misma, estaba mucho más ligero que antes.
Suspiró y volvió a concentrarse en los documentos que tenía sobre el escritorio. Su actitud ahora irradiaba un encanto particular, una mezcla de seriedad y una determinación renovada.
Cuando la asistente regresó, se encontró con una Sofía muy distinta a la que había dejado al salir. Aunque estaba un poco extrañada, se sintió aliviada. Esa era la Sofía que conocía, la que no se dejaba afectar por asuntos externos.
Era esa fortaleza la que le daba confianza en el futuro de la empresa.
—Directora, ya tengo la información