La escena que acababa de presenciar seguía repitiéndose en su mente, y al recordarla, la asistente sintió escalofrío. Sin embargo, no podía decirle nada a Sofía. Si ella se negaba a ir, no podría cumplir con el encargo.
Por eso, la sonrisa que le dedicó a Sofía se volvió aún más servil.
Sofía entornó los ojos. Aunque algo no le cuadraba, decidió seguirla.
«Después de todo, es mi madre. ¿Qué podría salir mal?»
Con ese pensamiento, aceleró el paso hasta dejarla atrás.
Ella no dijo nada al verla apurarse; al contrario, su sonrisa se ensanchó.
—Bueno, gerente general, ya puede pasar a ver a la directora. Yo ya cumplí con avisarle.
Sofía asintió. Sabía dónde estaba la oficina de la directora, así que no tenía sentido que la acompañara.
—Ve a hacer tus cosas. Yo puedo seguir sola.
La asistente estaba esperando justo eso. Apenas la escuchó, se fue de ahí a toda prisa.
A Sofía le pareció extraño, pero no le dio más vueltas.
«Quizá tenía algo urgente que hacer…».
Sacudió la cabeza, intentando d