Por más que quisiera decir algo, al ver la preocupación de su hija, ya no supo qué responder.
—No es nada. Y sobre su identidad, no andes averiguando de más. Tú solo concéntrate en tu vida con Eduardo y ya.
Lorena recordó lo que pasó en la fiesta y sintió que la cabeza le daba vueltas, todo era un enredo. Sentía que, con sus dos hijas, las cosas se le estaban saliendo de las manos, que todo iba más allá de lo que había previsto.
Al notar que su madre no quería seguir hablando, Valeria decidió retirarse. Cerró la puerta del despacho al salir, dejándola sola.
En cuanto cruzó el umbral, la sonrisa que llevaba se desvaneció.
«A ver, organizando mis ideas... parece que ni mi mamá sabe quién es en realidad Alejandro.»
«Entonces, ¿eso significa que es un desconocido, alguien sin procedencia clara?»
¡No!
Le cambió la mirada. «No, no puedo sacar conclusiones tan rápido».
«Después de todo, la presencia imponente de ese hombre es innegable, y el recelo que le tiene mi mamá tampoco es actuado».
«A