Pero a Sofía no pareció importarle.
—Tengo derecho a mi libertad. Y aunque estemos casados, tengo que seguir siendo yo misma.
Alejandro cambió de tema de repente.
—Sofi, no entiendo qué hice mal. ¿Por qué siempre eres así conmigo? ¿Podemos hablarlo con calma?
Después de tanto tiempo, ya no quería seguir discutiendo con ella. Además, su acta de matrimonio era real y tangible. Y para colmo, el incidente con Daniel, que se había atrevido a molestarla de nuevo ese día, era algo que no podía tolerar.
Al escuchar la propuesta de hablar, Sofía no supo qué podían discutir ni qué podría decirle.
—No hay nada de qué hablar.
Le gustaba la situación actual y se había acostumbrado a la calma. En sí, no veía la necesidad de hablar.
Sofía lo pensó un momento antes de añadir:
—Estamos bien así. No creo que debamos cambiar nada.
—¿Todavía es por lo de Jimena? —no pudo evitar preguntar Alejandro.
Ya había hablado con Javier, pero la respuesta fue que su hermana ya era mayor y no podía controlarla. Y Jim