Hacía poco tiempo, todo parecía marchar bien.
¿Qué había salido mal en los últimos días?
Los problemas habían caído sobre él como una avalancha. No solo sus socios le daban la espalda uno tras otro, sino que algunos ni siquiera querían recibirlo.
Si hasta sus amigos de toda la vida actuaban así, ¿qué podía esperar de los demás?
Fernando suspiró. A pesar de la decepción, intuía que debían tener sus razones, algo que no podían decirle. Por más que insistiera, si no querían hablar, no había nada que pudiera hacer. Ciertas cosas no se podían forzar.
Al comprenderlo, su desazón disminuyó un poco. Parecía que muchas de estas lecciones, su malcriado hijo tendría que aprenderlas por las malas para que contaran.
—Está bien, gracias. Ya entendí. Veré qué hacer al respecto.
El amigo no añadió nada más. Con un hijo como Daniel, prefería no seguir manteniendo una relación tan cercana con Fernando. A menos, claro, que lograra meter en razón a ese muchacho. De lo contrario, era solo cuestión de tiemp