Sus sentimientos por él no habían cambiado en absoluto.
Al pensar en eso, la expresión de Sofía se entristeció. Con razón había aceptado que Jimena se quedara en la casa. Resulta que todo había sido planeado. Al darse cuenta, Sofía sintió que había sido una completa ingenua.
Entre un hombre y una mujer, no podía existir una amistad pura y desinteresada.
Y eso, ella lo sabía por experiencia propia.
Alejandro cerró la puerta. Al ver que el cabello de Sofía todavía goteaba, tomó una toalla.
—Acuéstate. Deja que te seque el pelo.
—No es necesario.
La respuesta de la mujer fue cortante. Ni siquiera lo miró, tratándolo como si fuera un completo desconocido.
Ante esa reacción, Alejandro se dio cuenta de que algo andaba mal con Sofía. Desde que había salido del baño, la notó molesta, pero ahora su actitud hacia él era evidente.
Alejandro sabía cuál era el motivo y quiso explicarse.
—Sofía, ella y yo... entre nosotros no...
—Basta.
Lo interrumpió.
—No necesito saber, y para serte honesta, no me