—Eso es asunto suyo, no te permito que hables así de ella —dijo Alejandro con un tono que no admitía respuesta.
Apenas probó un par de bocados de su plato.
—Termina de comer y recoge todo.
Tras decir eso, se dio la vuelta y se fue directo a su habitación.
Jimena se quedó mirando su espalda, con la boca entreabierta por la sorpresa. Molesta, empezó a picotear la comida con el tenedor como si se estuviera desquitando con el plato.
No podía creerlo. ¿No podía decir ni una sola cosa mala sobre Sofía? ¡Se conocían desde niños, eso era un hecho!
Cuando Alejandro llegó a la oficina, se dio cuenta de que no era buena idea que Jimena se pasara todo el día en casa. Después de todo, era la casa que compartía con Sofía, y la presencia de una tercera persona no era lo ideal, sobre todo para unos recién casados.
Mientras más lo pensaba, más sentía que algo no cuadraba.
Le marcó a Javier, pero la línea siempre estaba ocupada. Lo intentó varias veces con el mismo resultado, así que, sin más opción, de