Al salir de la residencia de los Mendoza, Laura apenas dudó un segundo antes de pedir un taxi y darle la dirección del hotel más lujoso de la ciudad.
Frente al imponente edificio, se dirigió a la recepción y, sin pensarlo, reservó la suite presidencial por diez noches.
De cualquier manera, Daniel pagaría la cuenta, así que no sentía ni una pizca de remordimiento por el gasto.
Calculaba que, para cuando se hubiera instalado cómodamente en el hotel, él ya estaría buscándola.
Tenía los tiempos bien medidos.
«Sofía, y tú también... No voy a dejar que se salgan con la suya».
Su mirada se volvió sombría, revelando una determinación implacable.
Si él no tenía el valor de actuar, a ella no le temblaría el pulso. No era tan fácil de engañar; tenía sus propios recursos y estrategias. Después de todo, no le faltaba dinero, y Daniel estaba de su parte.
¿En qué estaría pensando Sofía?
Al principio, él la había tratado de maravilla, pero ahora era claro que todo se había reducido a la simple emoción