Sofía no entendía.
—¿Qué estás tratando de decir?
Lorena, recargada en la cama, también miraba a Valeria con confusión. No comprendía por qué de repente parecía otra persona. ¿O es que, en realidad, siempre había sido así? La semilla de la duda, una vez sembrada, comenzó a echar raíces en su corazón.
—Mamá está en el hospital por tu culpa, ¿y todavía tienes el descaro de venir a verla?
La acusación dejó a todos en silencio.
Valeria, con los ojos muy abiertos, volteó a ver a su madre, como si la estuvieran apuñalando.
—Mamá, ¿por qué? ¡Dime por qué eres así! Yo fui la primera que estuvo a tu lado, pero no despertabas. Y en cuanto llegó Sofía, que apenas tenía un rato aquí, abriste los ojos.
Rio con amargura.
—Este mundo está lleno de mentirosos, y yo soy la única idiota que les cree sus mentiras.
Verla en ese estado tan errático le partió el corazón a Lorena. Resultaba que sus dos hijas sufrían por ella. Si no, las cosas no habrían llegado a este punto.
—Yo…
Una sonrisa resignada se dib