Devon
Por un instante pensé que sería yo quien se inclinaría hacia Sarah, pero seguí inmóvil, atado por un nudo de nervios que me hacía sentir torpe, como si estuviera en terreno desconocido. Y fue ella quien dio el paso: sus labios rozaron los míos.
El mundo dejó de moverse. Fue un contacto breve, tímido, casi accidental, pero me atravesó de arriba abajo con la violencia de un rayo. No me lo esperaba. No en ese momento, no en medio del silencio pesado del jardín, con el aroma húmedo de la tierra aún reciente por la lluvia y el recuerdo del funeral todavía latiendo en el aire.
No sé cuánto tardé en reaccionar. Segundos tal vez, pero me parecieron eternos. Estaba tan sorprendido que lo único que pude hacer fue sentir. Y lo que sentí fue un desorden absoluto en mi cuerpo: el corazón queriendo escapar del pecho, las manos ardiendo de repente, la respiración cortada en pedazos torpes.
Entonces ya no pensé más. La besé.
No fue un beso perfecto, de esos que se planean en la imaginación y pa