La esposa de un adinerado senador que se postula a la presidencia, se da cuenta de que su matrimonio no es lo que siempre había soñado. Sin embargo, el día en que parece que todo está perdido, conoce a Elian Davis; un ex militar atormentado por problemas del pasado, el cual, sin saber la razón, queda completamente maravillado nada más y nada menos que de Ella: La esposa del candidato a la presidencia en Gales.
Leer másÁmbar.
Es común que, proviniendo de una familia pobre, alguien siempre tenga ganas de “más”. No limitarme en el sentido económico era lo que había deseado desde que fui consciente de que las familias de bajos recursos no solo tenían que vivir de lo poco, sino que recibir poco de todos. Poca ayuda, poco entendimiento, pocas oportunidades. Falsas miradas de pena y empatía. Sonrisas y promesas deshonestas. Ahora imaginen sumar todo lo que sería terrible para una adolescente con ganas de experimentar, vivir, soñar y triunfar, en un mundo con tan “poco”, el hecho de que, en alguna parte del camino se dio cuenta de hiciera lo que hiciera, el dinero jamás alcanzaría. Poca esperanza, pocas oportunidades, poca empatía, promesas que jamás fueron cumplidas y sonrisas fingidas, pero no de alguien hacia a mí, sino de mí misma contra el mundo. Poco era lo que más había en mi mundo, en mi cabeza, en mis bolsillos, en mis expectativas, en mis sueños, en mis ganas de respirar. Sin embargo, todo cambió cuando lo conocí a él. Darwin Baker, hijo del senador Sasha Baker. Fue imposible no quedarme hipnotizada en sus ojos grises con algunos destellos azules, y luego… luego estaba el hecho de que era alto, cabello castaño, de piel blanca y brillaba como las nubes cubiertas por el sol, su sonrisa amplia, sus dientes perfectos y de nuevo esa mirada… Poco. Por supuesto que no pude llamar su atención de la manera en que me hubiese encantado, porque yo era “poco", y él era “demasiado”. —¡Ou! —Escuché su voz metros alejados de mí cuando resbalé en la grama nada más y nada menos que con popó de caballo. Giré mi rostro cuando la vergüenza ya no era tanta aunque mi pierna derecha, mi antebrazo y parte de la mano olía a excremento; él estaba aún a metros alejado de mí; extendía su copa con vinotinto a la vez que recibía caricias poco discretas de una muchacha de la alta sociedad. Yo estaba terminando mi trabajo aún envuelta en excremento, y Darwin Baker era demasiado como para darle más de dos vistazos a la camera sí, la chica que solo recogía la bosta de los cabellos en los torneos de polos de sus familiares, amigos y algunos no tan amigos. No obstante, aún así, fue gracias a ese trabajo honrado y asqueroso que pude conocerlo, así como él pudo conocerme a mí. —Uff, te diste fuerte en la pantorrilla ¿cierto? La corriente que pasó por mi espina dorsal me hizo recordar al momento en el que con solo ocho años había parado en un hospital por recibir algunos peligrosos voltios intentando ayudar a una mujer de la alta sociedad a encender el motor de su auto. Era el trabajo de un hombre pero yo hacía lo que sea para ganarme la vida. Bueno, aunque pensándolo bien, tal vez la comparación no era tan válida. —Ehm… ¿habla conmigo, señor? —Lentamente me di vuelta, encontrándome con sus ojos grises, su cabello sudado y pegado a la frente, las manos dentro de los bolsillos de sus bermudas, pero esa mirada allí, sobre mí. En el baño de damas … en el baño de las damas que ofrecían servicios a su mansión. —Sí, no conozco a nadie más que se haya resbalado de tal forma con los restos asquerosos de mi potrillo. —No se preocupe… —Si quieres puedo dejar de traerlo a las competencias… —me dijo. —¿Ah? Se rascó la nuca. —No, digo… es que está pequeño y no sabe controlarse. —Pero para eso lo entrena ¿no? —Pues sí… —No se preocupe —volví a decir conteniendo un suspiro. —Puedo decirle a Ronett que te cure esa… No lo terminé de escuchar porque salí del baño. Estaba demasiado cerca. Se había acercado más de lo que cualquier otro de su tipo lo había hecho, y de nuevo lo “poco" surgió de mí. Pocas agallas para mirarlo a la cara, poca fuerza para impedir que mis piernas no flaquearan al salir, aumentara el dolor en mi pantorrilla y por consiguiente poca habilidad para evitar caer al suelo. —¡Ámbar! Escuchar su voz llamarme por mi nombre con tanta preocupación, terminó de quitarme las fuerzas que tenía con tan solo pan y agua esa mañana, y que, ya siendo medio día, por mis notorias condiciones físicas, era poca. —¿Cómo sabe mi nom…? Cerré los ojos con fuerza y contuve la respiración cuando me tomó por los antebrazos y de un momento a otro me estaba llevando, cargada, hasta una silla. Mi corazón aún no terminaba de procesar todo lo que estaba ocurriendo, en sí, mi mente tampoco. Así que solo pude no hablar y contener la respiración mientras lo veía ir y venir por cosas para tratarme la herida en mi pantorrilla trigueña, con algunos rastros aún de estiércol. Le pedía al cielo entero que el olor lo alejara de mí, porque no estaba segura de poder controlarme por mucho tiempo. Realmente admito que había tenido una pequeña obsesión con él desde que todas las revistas e incluso Hey!, lo tuvieron por más de tres meses en portada y páginas importantes porque se había convertido en el hombre más guapo del país. Porque como era común, alguien que tenía “mucho” tenía pocas cosas malas que esperar de los demás. Así que mientras él estaba siendo nombrado como el hombre más bello, yo estaba encerrada en mi propio mundo con ropa desaliñada, sin poder comprar un perfume decente y sin poder hidratar mi cabello. Así que sí. Mientras él estaba proporcionándole un masaje con alguna crema a mi pantorrilla, cerca de ese baño que pocos transitaban, supe que algo estaba pasando. Y no, yo jamás había tenido la esperanza de que lo que pasó después de un cruce tenso de miradas pasara. —Me vale un carajo. —Lo vi y escuché murmurar con deseo dirigiendo su rostro hacia a mí e invadiendo por completo mi espacio personal. Darwin Baker me besó, nos besamos, me tocó, nos tocamos. Fuimos al baño, cerró la puerta con seguro, yo encendí la ducha, entré allí y él con desespero y mucha lujuria me quitó la ropa; me volvió a besar y posterior a ello tuve el mejor sexo de mi vida. Me había dejado claro que yo le gustaba bastante con cada estocada y beso que me había dado. —Lo siento… —gemí cansada, antes de comenzar a ponerme mi ropa mojada, sin verlo a los ojos, corriendo de allí como si yo hubiese abusado de él. Pero realmente yo había abusado de mí. Me había dejado llevar por el deseo que brotaba de mí cada que lo observaba a distancia, y había dejado que tocara mi cuerpo y me marcara como otra más de su lista. Había abusado yo misma de mí en el momento en que acepté ese beso, porque era mucho más de lo que podía limitarme. Recuerdo las miradas de todos sobre mí. El cómo había sido despedida por andar con la ropa mojada en una casa que evidentemente no era mía, aunque solo iba de salida. Agradecí que él no me siguiera y que por ese momento no todos se diesen cuenta de lo que había pasado. Y aunque yo como siempre no me esperaba nada, entonces fue allí que él comenzó a hacer su jugada perfecta. —Ámbar, cariño. —Darwin besa mis labios haciéndome soltar un suspiro—. Te traje café, bebe, lo necesitarás. —¿Otra junta? —ante mi pregunta mi esposo asiente—. Ay no… —Me dejo caer en la silla, estirando mis brazos a los lados de esta—. Ya no quiero más charlas, quiero dormir. Darwin deja de leer el periódico y cuando pienso que vendrá a besarme, como antes solía hacerlo al verme cansada, solo se acerca para entregarme lo que ahora lo tiene con el entrecejo arrugado. Exhalo por la nariz, hasta con la vista cansada. —“El senador, además de ser el sex idol más despreciable del país, pretende ser presidente ¿qué es lo que sigue? ¿un puesto permanentemente al lado de la reina Isabel?” —Al terminar de leer sé que mis mejillas están rojas por la molestia que eso me causa—. Es una falta de respeto. —Mira quién lo redactó —me pide mientras toma café, y con la otra mano quita sus lentes de lectura. —Gaspar O’Reilly —digo entre dientes. Ese sujeto que ha estado detrás de la carrera de mi esposo desde que Sasha Baker lo entrenó para tener las herramientas necesarias para que un día lo reemplazara con facilidad. —No tengo dudas de que me detesta, y no descansará hasta tener a todos los católicos, judíos, y hasta los homosexuales convencidos de que soy un peligro para el gobierno de este país solo porque… Detiene sus palabras cuando seguramente se da cuenta de lo mucho que esto me ha estado afectando. Él no tiene ni la más mínima idea de todo lo que he pasado dentro de nuestra casa como fuera de ella, porque teniendo yo tan poco dinero, tan poco apoyo, y tan pocos ánimos de huir, soy un blanco fácil para las burlas y los comentarios hirientes. —Lo siento mi amor —me dice, acercándose, agachándose y llevando sus manos a mis muslos para acariciarlos lentamente, intentando desaparecer como siempre ese nudo en mi garganta—. No tienes idea de lo mucho que me preocupas, y a veces yo solo quisiera… —suspira, con esos ojos grises que aún me hacen vibrar—. Quisiera renunciar a mi sueño y desear poco. Me quedaría aquí perfectamente contigo, trabajando juntos por una familia, por nuestra felicidad… —Pero no lo harás. —Me levanto evitando esa mirada—. No, Darwin, estamos a nada de lograrlo, no puedes renunciar. —Pero si tú quisieras yo… —¿Y vivir el resto de nuestras vidas con el remordimiento de no haberte dejado luchar por ello? —cuestiono viéndolo; él no dice nada—. No, Darwin. Me arrepiento de muchas cosas en mi vida y principalmente de haber dejado que esas personas tuvieran el derecho de… pero… Me derrumbo. De la nada, me derrumbo en sus brazos. Tan solo ha pasado poco más de un mes y el recuerdo de esa noche se repite mucho más en mi mente que el cómo conocí a Darwin y nuestra historia juntos. —Ya, cariño… —Él por primera vez en semanas me da un abrazo como estos y aún así no puedo evitar sentirme tan sola—. No dejaré que absolutamente nadie te haga daño de nuevo. Asiento con lentitud, sin fuerzas para deshacerme de sus brazos, pero con fuerza para decirle algo que desde aquella noche no sale de mi cabeza. —¿En dónde estabas, eh? —¿Qué? —¡Esa noche! —le reclamo sin poder contener sonar como si estuviese paranoica—. ¿En dónde estabas esa noche? Silencio. Y luego, un suspiro. —Yo… creí que estaba haciendo una jugada perfecta. No hace falta que me explique. Lo sé desde hace mucho tiempo. Darwin ha estado demasiado metido en sus cosas porque quiere ser presidente, y yo, aunque aún enamorada, solo estoy con él por lo mucho que me puede dar de lo poco que siempre tuve.Ámbar.—Para algunas personas, recordar el punto medio en sus vidas es casi imposible; todos pensamos en los momentos muy felices, esos que te marcan el alma, al igual que los tristes, pero no solemos recordar el punto medio, esa temporada en donde se está triste, pero se está completo, en donde partimos desde nuestro medio a un “desde cero”.—No estoy entendiendo nada, mamá —señala David Elian levantándose de mis piernas, haciendo luego un puchero—. Creo que estoy muy pequeño para entender ¿no crees? Además, las historias de drama me aburren.—¿Cómo que te aburren eh? —Suelto una risita.—Es que ya he escuchado muchas… —Y lo dice con desgano—. Prefiero una de comedía o acción ¿pero puedes contarla después? —cuestiona viendo con un brillo en sus ojos la lluvia afuera—. Por fis, ¿sí?Ante su ocurrencia le revuelvo el cabello y noto cómo se aleja para ir a jugar con las que consideramos sus primas al jardín, pero antes, justo antes, me da un beso en la mejilla, uno sonoro, que me llena e
Narrador.Por supuesto que Ámbar le dio el sí a Elian aquella tarde. Desde ese momento, la castaña le hizo saber la noticia a Carly, Mellyanna y hasta a la misma Ronett, y entonces tuvo a las mejores damas de honor.Una boda que fue planeada para ser llevada a cabo a principios del año entrante en julio, verano, pero mientras ese día llegaba, ocurrió algo inesperado.En una conversación sobre la niñez de ambos, Elian le comentó a Ámbar todo lo que había pasado con su familia. Fue Ámbar quien lo convenció de tomar la decisión de ir a Snowdonia, con la pequeña Amelia aún de meses acompañándolos.Cuando Elian tocó la puerta de la que era su casa, mientras con su otra mano sostenía a Ámbar, una mujer abrió.Era él, versión mujer. Alta, hermosa y con la mirada misteriosa.—¿Hijo?Que lo llamara de esa forma llegó al corazón de los recién llegados, pero especialmente Elian se quedó estático, sin palabras. Fue Ámbar quien le dio una mirada a su madre y esta tras observarlos bastante junto a
Ámbar.El día siguiente de lo ocurrido con Darwin, el novio de Carly, Jimmy Simmons, llegó con el abogado de su familia. Rápido Adrián me tomó de la mano, y entonces recordé la conversación que tuvimos la tarde en que comimos helado con Ian y Mellyanna.—Eras muy pequeño para darte cuenta, pero ella estaba ya prácticamente muerta cuando llegamos, Adrián —le hice saber—. Pero ella... lo sabes, era drogadicta. No supo detenerse, y el hecho de que hayan cubierto su muerte de la forma en que lo hicieron no los hace de todo culpables. Así lo veo ahora, así quiero que lo veas, porque nunca le importamos, y su muerte en parte fue lo mejor que nos pudo pasar… —Me dolía decir eso, pero era cierto—. Ella solo nos quería para trabajar para ella, y tal vez te hubieses perdido mucho más rápido, hermanito, y no estarías aquí conmigo.—Pero ellos...—Adrián, ellos no tuvieron la culpa —le dije, viéndolo a los ojos—. Ella sola decidió qué camino tomar, y nosotros mismos tomamos la decisión de seguir
Narrador.Tres días después de lo ocurrido, comienza a nacer la tarde cuando Elian cita a Silly en aquella cafetería en donde estuvieron hablando la última vez.La rizada llega con una sonrisa, nerviosa, sin saber el porqué de su cita. En el fondo piensa que él querrá dejar ir a aquella mujer que tiene su corazón, y está dispuesto a darle una oportunidad a ella. Aunque también sabe que su corazón está dispuesto a ofrecerle una amistad, pues ha demostrado ser un buen amigo.—Wow, qué locura esta semana. ¿Estás bien? —le cuestiona al pelinegro.Elian asiente, sintiéndose algo nervioso. La ve, y sabe que ella pudo ser la mujer con quien se diera una oportunidad de no ser por todo lo que ha pasado con Darwin, y por su amor infinito hacia Ámbar.—Estoy bien, ¿y tú? No te he visto en casa de los Owen últimamente.Silly le responde que quiere mantenerse alejada del bullicio que hay sobre todo el escandalo con las elecciones, pero le confiesa que justo un día antes se ha visto con Lucrecia. E
Elian.Niall Owen me dijo que solo necesitaba una llamada porque le había enviado una copia a varios canales esa misma mañana antes de ir al entierro de Sasha Baker.—Ahora entiendo por qué tu insistencia en esto, Davis —mencionó—. Sabía que algo no estaba bien, pero agradezco a Dios que haya sido así, y que no hayas perdido la cabeza durante. Eres fuerte, aunque creo que no estás seguro de eso. Vas a tener trabajo conmigo siempre y cuando a partir de ahora la sinceridad y honestidad esté más que presente.—Lo entiendo, señor —le dije, emocionado—. Juro que no lo volveré a defraudar.—Elian... —Él me llamó justo cuando creí que me dejaría ir—. ¿Sabes que significa todo lo que está pasando no?—¿Que las elecciones se posponen al año entrante?—Que probablemente no hayan elecciones, Elian. Esto ha sido un caos, total, sacando a Baker del camino antes de tiempo no es correcto, pero al menos le da la oportunidad a la nación de saber el tipo de persona por el que querían votar.—Señor Owen
Elian.—Tienes que dejarla ir, Elian… —Melly intentaba hacerme entrar en razón—. No lo dejará nunca, y menos ahora con todo lo que está pasando, amigo. Dios, me duele verte así.Yo estaba devastado. Había dejado mis responsabilidades a un lado, los chicos se estaban encargando de todo mientras yo estaba allí, hablando con Mellyanna, alejados de la multitud que seguía la muerte de Sasha Baker.—Soy capaz de acabar con él ahora mismo —dije, seguro, viendo a la nada—. No puede tenerla, no la merece, Mellyanna. Estoy ciego, pero lo estoy porque sé que tengo razón en que Ámbar me ama y que solo hace y dice esas cosas para intentar ganar tiempo en no sé qué... Él lo sabe, ese imbécil sabe quién soy yo. Lo sabe y tal vez tienen una especie de trato. Yo no puedo creerle, Melly. Me hace daño pero no puedo creer que lo ha elegido a él...Ámbar era una buena mentirosa. Se había tenido que convertir en una porque vi en sus ojos lo mucho que le dolía. Ella no podría soportar que algo malo me suced
Último capítulo