ADRIANO
El camino de regreso a la mansión fue silencioso. El sol de la mañana iluminaba los destrozos a lo lejos: autos carbonizados, muros agujereados, árboles caídos.
Era increíble que un lugar que alguna vez fue símbolo de poder y tranquilidad ahora pareciera zona de guerra.
Cuando crucé las rejas, los primeros que vi fueron Gael, Paolo y Noah, todavía trabajando entre restos de humo y concreto.
Paolo sostenía una tablet, dándole indicaciones a Gael mientras miraba los planos del edificio.
—Yo creo que esas ventanas deberían ser blindadas —decía con su tono seguro, moviendo el dedo sobre la pantalla—. Y esa puerta… una puerta de seguridad reforzada. Así, si quieren atacar, les costará entrar.
Noah, con las manos en los bolsillos, observaba todo con calma militar.
—Creo que cámaras también sería una buena idea. Y asegurarlas con respaldo eléctrico. Además, podrías hacer que cualquier habitación funcione como cuarto del pánico blindando las ventanas y poniendo puertas de seguridad. N