VALERIO
Abrí los ojos antes que ella.
El sol se filtraba entre las cortinas, iluminando la habitación con una luz suave y dorada.
Sara dormía abrazada a mí, con su cabeza apoyada en mi pecho, su respiración tranquila rozándome la piel.
La observé un momento.
Tenía una mano sobre mi cintura y un mechón de su cabello le cubría la mejilla.
Le aparté el mechón con cuidado y sonreí cuando arrugó la nariz, medio dormida.
Dejé un beso en su frente y acaricié su brazo con suavidad.
Sara empezó a despertar lentamente, abriendo los ojos con esa calma que solo ella tiene.
—Buenos días, amor —murmuró.
—Hola, mi amor ¿Cómo dormiste?
—Bien… ¿y tú?
—Mejor de lo que había dormido en años, Sara. Dormir contigo fue maravilloso… pero más aún, hacerte el amor.
Ella se escondió en mi pecho, avergonzada.
—Aún no puedo creer lo que pasó.
—¿Te arrepientes?
Sara negó contra mi pecho, y yo sonreí. Levanté su rostro con mis dedos.
—¿Entonces?
—Es que fue maravilloso… hace tanto que no me sentía tan viva.
—Podem