SARA BLACKSTONE
Me miré en el espejo mientras abotonaba mi blusa.
No podía negar que mi cuerpo se sentía… diferente.
Rejuvenecido.
Después de tantos años —más de diez sin intimidad con un hombre, desde la muerte de Alexander—, volver a sentirme deseada había despertado algo que creía muerto.
Valerio había sido fuego.
Fuego y ternura.
A pesar de sus cincuenta y cinco años, su cuerpo estaba firme, fuerte… y recordarlo me hacía sonrojar.
Lo observé luchar con los botones de su camisa y me acerqué para ayudarlo.
Él me miró con esa sonrisa satisfecha, encantadora.
—Podría acostumbrarme a esto.
—¿A qué? —pregunté, sonriendo.
—A despertar contigo entre mis brazos, desayunar contigo, llenarte de besos y caricias, y luego ir a almorzar con la familia.
A que me ayudes a vestirme mientras yo te miro como un idiota enamorado.
—Valerio, eres un tonto.
—Un tonto enamorado, mi ángel.
Valerio tomó mi cintura, acarició mi mejilla y besó mis labios.
—Quiero que se repita lo de anoche.
—Valerio, basta…