No solo uno, cinco, quiero todo contigo.
ADRIANO
Después de comprar todo lo necesario para sus pasteles, dejé a mi Dalia en la puerta de su casa con un beso que me supo a poco. Dalia olía a lavanda, a sueños que no deberían conocer la amargura del mundo al que pertenezco.
—Tengo un asunto pendiente en la oficina —le dije, acariciando su mejilla.
—Está bien, yo tengo que preparar pasteles… estaré despierta hasta tarde.
—¿Eso quiere decir que me puedo pasar en un rato más? —pregunté con una sonrisa que buscaba quedarse grabada en sus labios.
—Aja.
—Volveré en cuanto termine.
La besé de nuevo, con la certeza de que esa mujer era lo único que me ataba a la cordura. Luego subí al auto y marqué el número de Gael.
—Gael, lleva a Analía, necesito hacer una visita a la antigua casa de Wilson.
El trayecto fue silencioso. Afuera, las luces de la ciudad parecían burlarse de mí, recordándome que Dalia había crecido en una casa donde sufrió desprecios, hambre y golpes, todo a manos de una mujer que hoy todavía respiraba como si nada. No l