OFELIA RAMOS
A veces me miro al espejo y me pregunto en qué me convertí.
La respuesta siempre es la misma: en una mujer que nunca supo ser suficiente. Ni para Wilson, ni para Alexander, ni para nadie.
Desde joven aprendí que el mundo no estaba hecho para mujeres como yo, así que tomé lo que quería, aunque no me perteneciera. Y lo primero que quise fue a Alexander Blackstone. Sí, el hombre de Sara. El brillante, el imposible. Lo amé con la fuerza de una loca, y nunca me devolvió ni una mirada. Siempre tenía esos ojos puestos en Sara, esa amiga perfecta, la intachable, la intocable. Y yo… yo fui solo la sombra a su lado.
Cuando comprendí que jamás tendría a Alexander, busqué lo segundo mejor: Wilson. Sabía que Sara había estado enamorada de él, así que se lo quité, como ella me quitó a Alexander, sin embargo, siempre supe que su corazón le pertenecía a Sara también. Lo veía, lo notaba. ¡Todos lo notaban! ¿Qué tenía ella que yo no? ¿Por qué todo lo que tocaba Sara florecía, mientras yo s