ADRIANO
Arranqué el auto, pero mi cabeza estaba en cualquier parte menos en la calle.
Jimmy.
Ese maldito nombre daba vueltas en mi mente como una canción insoportable.
Lo vi.
Vi cómo la abrazó, cómo la levantó un poco del suelo.
Y cómo ella sonrió… esa sonrisa no era la que le da a cualquiera.
Era distinta. Más cálida. Más… íntima.
Mis manos se apretaron en el volante hasta que los nudillos se pusieron blancos.
No tenía idea de qué historia había entre ellos, pero sí sabía leer miradas.
Y la de él, mientras la tenía en brazos, hablaba demasiado.
Por un momento, algo dentro de mí se apretó.
¿Qué tal si por eso Dalia no me da una oportunidad?
¿Qué tal si siempre ha estado enamorada de él?
¿Y yo… solo soy una sombra que intenta meterse donde no pertenece? Será que llegué tarde a su vida.
La idea me golpeó más fuerte de lo que esperaba.
Claro, tenía sentido.
La forma en que lo abraza sin pensarlo, sin poner esa distancia que siempre me pone a mí.
Las bromas privadas.
La confianza.
Quizás