Estoy recuperando a mi Dalia.
ADRIANO
—Adriano… —susurró mi nombre como si todavía no supiera si podía confiar en él.
Yo la miré, sosteniendo su rostro entre mis manos. Sentía bajo mis dedos esa piel que tantas veces deseé acariciar en otro tiempo, cuando despertaba tetrapléjico y ella era mi fuerza, mi paciencia, mi mundo entero.
Y me odié a mí mismo por haber olvidado todo eso. Por haberla despreciado cuando más me amaba.
—Di algo—pedí con la voz baja—. Lo que sea… pero dilo.
Su respiración temblaba.
—No esperaba esto… no esperaba que… tú…
—Yo tampoco —confesé, tragando el nudo en mi garganta—. Pero si sigo esperando, Dalia… voy a perder la poca cordura que me queda.
Ella bajó la mirada, como si buscara en el suelo una excusa para alejarse.
—Es que… tú me rompiste el corazón, Adriano. Me rompiste de una forma que no creí posible. Y ahora no sé si…
—Lo sé —la interrumpí, mi voz más áspera de lo que quería—. Sé lo que hice. Sé lo que te dije. Sé lo que perdiste por mi culpa.
Apreté un poco más mis manos en su rost