ADRIANO
El salón estaba iluminado con miles de luces que parecían estrellas colgando del techo. La música suave llenaba el aire mientras los invitados charlaban animados. Armando, impecable en su traje, se movía de un lado a otro supervisando hasta el último detalle: que las copas estuvieran llenas, que las flores estuvieran frescas, que el orden se mantuviera perfecto.
—Ese hombre nació para esto —escuché murmurar detrás.
Me giré lo suficiente para ver a Dalia, sentada entre Jacke y Analena, observando a Armando con una sonrisa. Ambas lo miraban con descaro.
—Es muy guapo —admitió Jacke, mordiéndose el labio.
Analena levantó una ceja con picardía.
—Pero yo lo vi primero.
Jacke rió.
—Bueno, te lo concedo. Porque el padrino y el amigo de Dalia están… uuufff.
—¿Quieres que te lo presente? —preguntó Dalia, divertida.
—Me encantaría —respondió Jacke sin pensarlo.
Analena rodó los ojos.
—Oye, preséntale a Enzo, Jacke. Gael es solo una pérdida de tiempo.
—¡Qué mala eres! en todo caso me enc